domingo, 13 de junio de 2010

Presentaciones oficiales, momentos inolvidables.


¡Por fin!
Tras una larga espera, conocimos a nuestros compañeros portugueses. Me faltó Maria, la que realmente era mi compañera, pero bueno, por problemas de salud no pudo ir así que desde aquí le mandó un beso y espero que se recupere pronto.

Sin duda, el viaje mereció la pena. No sólo para decir que hemos estado en Portugal, sino porque conocimos a unos chicos increíbles. Nos enseñaron muchas cosas y nos trataron muy bien.

Al llegar a Montegordo, pasó pues, lo típico: miradas y susurros, cada uno en su lengua oficial.
Pero no tardamos en pasar esa fase. Miguel nos presentó a cada uno el que era su respectiva pareja portuguesa y concluida esta acción, nos fuimos a la playa. Ahí empezó lo bueno.

Chicas por un lado y chicos por otro, llevamos a cabo dos partidos amistosos Portugal-España, antes de que el famoso mundial empezase. Por la parte femenina ganamos las españolas, pero lo importante ahí era pasárselo bien, y lo conseguimos.

Más tarde, los más atrevidos (dentro de los cuáles me incluyo), nos dimos un buen chapuzón. Todo hay que decirlo, el agua estaba fría, pero como a mí me gusta así, no estuvo mal el baño. Pero esto no se podía comparar, claro está, con la partida de "pececito" que jugamos después. Nos dividimos en grupos compuestos de alumnos de las dos nacionalidades y compartimos conocimientos lúdicos, concretamente, relacionados con la baraja de cartas española. El "pececito" que he nombrado anteriormente es un juego que nos enseñaron los portugueses bastante parecido al llamado "chichón" o "maomao" en España, aunque no era igual. Nosotros le enseñamos el juego que posee un característico mote, porque dudo que ese sea su nombre original: "el hijo puta". Pasamos un rato bastante agradable.

A la hora de almorzar, regresamos al merendero en el cuál nos había dejado el autobús a la llegada. Ahí pudimos compartir nuestros almuerzos. Yo probé una especie de pastel que me ofreció la profesora portuguesa y, oye, todo ahí que decirlo, estaba exquisito.

Después era hora de demostrar el arte de cada país: algunas españolas bailamos una "sevillana" y algunos portugueses bailaron "Thriller" de Michael Jackson, que aunque no es típico de Portugal, lo bailaron en fin de curso y lo hicieron muy bien. Concluida esta sesión de danza, nos pusimos de cuatro en cuatro (dos españoles y dos portugueses) y jugamos a la famosa "brisca". La primera pareja era cada alumno con el compañero de su nacionalidad; luego, nos fuimos cambiando de pareja.

Tras esto, hubo una ligera estancia en la playa, pero pronto nos volvimos al merendero porque hacía fresco.
Ahí ya quedaba poco para regresar a casa y fue cuando mejor nos lo pasamos: hablamos de grupos musicales españoles y portugueses, nos dijeron que sus películas no estaban dobladas a su idioma, por lo que tenían que verlas en inglés. Esto me parece algo muy positivo, ya que hace que dominen el idioma muy bien, cosas que pude comprobar cuando establecí (o por lo menos lo intenté) una conversación en inglés con ellos. ¡Já! Igual era mi nivel de inglés que el de ellos...
Fueron muchas risas, muchos momentos e historias inolvidables.

Y como no, todo esto se fue volando y llegó el momento de la despedida, triste como cualquier otra. Nos dimos nuestros correos, entrelazamos abrazos y nos dijimos la famosa frase que esperemos que se cumpla: ¡hasta pronto!

Debo destacar de este viaje la cultura adquirida. He aprendido muchísimas cosas de ellos y he pasado momentos que permanecerán para siempre en mi memoria.
Además, debo agradecer el esfuerzo que mostraron nuestros compañeros portugueses al hablar en una lengua, que aunque la dominan muy bien, no es la suya.
Espero volver a verlos pronto y que sigamos compartiendo experiencias, aunque sólo sea, por la red, porque ya os tengo guardados, a todos, en un rincón de mi memoria y de mi corazón.

¡Un beso muy fuerte a todos!

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